SOLO LA IMAGINACIÓN, LA AUDACIA Y EL SUEÑO, PERMITEN TANTEAR Y ANTICIPAR LO QUE POR DEFINICIÓN ES SIEMPRE INESPERADO.
Conversación con el profesor Pierre Serna en el
Instituto de Historia de la Revolución Francesa (IHRF) de la Sorbonne.
La Revolución ha sido siempre objeto de controversia en Francia (y no
solo), con olas académicas “reaccionarias” y “progresistas”. Cada
generación defiende y renueva su idea de la Revolución. Serna se formó
en la época retro de François Furet (la Revolución igual a terror y matriz de la dictadura), pero su instituto es progre,
por eso tras 80 años de historia lo quieren devaluar vía fusión. “La
ciudad de París no quiere ayudarnos”, dice. Seguimos en la onda retro
nacida hace treinta años y que tanto daño a hecho en economía
destruyendo el consenso de posguerra. No hay economía sin ideología y el
neoliberalismo se armó de la correspondiente. Allí es donde se inserta
el discurso de Furet, que el gran Moshe Levin desmontó con tanto acierto
en su vector ruso.
En París hay una petición de historiadores para darle una calle a Robespierre, figura demonizada. La derecha se niega. El Incorruptible
fue quien puso los derechos sociales en el centro del escenario.
Introdujo en la Constitución de 1793, la más democrática, el invento de
la pensión de jubilación, la seguridad social, los subsidios para las
familias de más de tres hijos, las casas de educación para las madres
solteras o el derecho al trabajo contra las condiciones más degradantes.
Se opuso a las colonias y el esclavismo. Está claro por qué se le
adjudicó, en solitario, los muertos del terror y la dictadura: “para
tapar lo social”, dice Serna.